Fuente: http://www.saladeprensa.org/art509.htm
Carlos Batista *
La Habana.- Si
el escritor colombiano Gabriel García Márquez la ha vivido para contarla, el
cubano Alberto Korda la vivió de manera muy intensa, casi atropellada, para
fotografiarla.
Nada extraño hay entonces en que la exposición montada
por amigos y admiradores en la Casa de las Américas, en octubre pasado en la
capital cubana, para conmemorar el 75 cumpleaños del artista lleve por título
el mismo de la conocida canción de Violeta Parra: Gracias a la vida.
Se trata de 317 fotos, 129 salidas del lente de Korda, y
el resto de otros artistas que fotografiaron a Korda, entre ellos los mexicanos
Aníbal Angulo, Carlos Contreras y Héctor Cruz Sandoval; de sus amigos cubanos
Roberto Chile, Raúl Corrales, Liborio Noval, entre otros coterráneos, así como
de Francia, Italia, Estados Unidos, España, Japón, Austria, Alemania y Brasil.
“Tratamos de lograr los momentos que transitó por
diferentes géneros fotográficos, como la foto artística, de moda, prensa,
submarina, retratos, hasta completar ocho temas básicos, en cinco salas
físicas”, explicó Lesbia Vent Dumois, quien con el fotógrafo Mario Díaz corrió
con la curaduría de la muestra.
Añadió que “se buscó que la exposición no tuviera un
carácter solemne, porque él no lo era; esto es una fiesta”.
La mejor imagen de Korda, sin embargo, se obtiene en el
epitafio que escribió su amigo, el también fotógrafo José Alberto Figueroa:
“Queridos amigos: hoy las madres y padres celosos de
mujeres hermosas de La Habana van a dormir tranquilos; Alberto Korda murió.
Estoy seguro de que muchas de ellas dormirán tristes por no haberlo conocido.
Murió como vivió, a todo tren, en París, rodeado de amigos, homenajes y jóvenes
hermosas mujeres.
“Visitó todos los países imaginados y por imaginar. Hizo
de las suyas en aviones, trenes y bodas, y siempre salió por la puerta grande.
Fotografió y abrazó a presidentes, secretarios, Papas, premios Nobel y pueblo.
Fumó donde quiso, aviones, aeropuertos, trenes, baños públicos, museos, ómnibus
y casas. Llamó en sus narices ‘criminales y monstruos’ a los aludidos, usó su
dinero y siguió fumando. Le ofrecieron de todo para tomar, pero sólo tomó (ron
de) ‘tres años’.
“Fue el primer millonario cubano pobre, y siguió
adelante; el segundo cubano en estar en el libro Guinness de récords, y
siguió adelante; el hombre con más reproducciones de su obra en t-shirts
y ceniceros, y siguió adelante; el hombre con más mujeres hermosas en su haber,
y siguió adelante; el artista cubano con más documentales, y siguió adelante;
el hombre que perdió por dos veces la mayor parte de su obra, y siguió
adelante. En fin, el hombre que además tuvo la delicadeza de morirse en París,
debido al fallo de su único órgano sano –después del otro-- para darnos a todos
nosotros unos días de respiro antes de acostumbrarnos a su ausencia. “Levanto mi copa. Los invito a ustedes. Figueroa.”
Alberto,
el hombre
Para muchos en Cuba y otros países del mundo, Korda fue
simplemente “el de la foto del Che”, la imagen de Ernesto Che
Guevara divulgada en millones de copias por el mundo en cuanto soporte se pueda
imaginar, e íntimamente ligada a la iconografía de la izquierda mundial, donde
el guerrillero cubano-argentino ocupa un lugar importante.
Los que lo conocieron, recuerdan a un hombre delgado,
pero vital, generalmente vestido de kaki beige, pañuelo rojo atado al cuello,
chaleco de fotógrafo, un permanente cigarrillo en la mano izquierda, un trago
de ron en la derecha.
“Alberto era una gente muy especial. Le gustaba el canto,
sobre todo cantar tangos; tenía una agradable voz de barítono”, recordó su
amigo el también fotógrafo Mario Díaz, en una reciente entrevista. Y añadió:
“También le gustaba mucho recitar, recitaba poemas suyos, porque escribía, y de
otros; le encantaba la poesía de (Pablo) Neruda y conocía también a (César)
Vallejo”.
Otro profesional de la cámara recuerda que “le cantaba
las 40 a cualquiera, incluso llegó a interrumpir un discurso del comandante
para hacer una aclaración. Cuando le ‘escanié’ por primera vez la foto del Che,
brincaba de alegría, parecía un niño”.
Alberto Díaz Gutiérrez nació en La Habana el 14 de
septiembre de 1928. Tuvo diversos oficios: contador, vendedor ambulante,
investigador de mercado, vendedor de productos farmacéuticos, de la compañía
jabonera y de detergentes Sabatés y de máquinas Remington.
Un día se compró una cámara fotográfica, la que usaba los
domingos. En cierta ocasión fue al estudio del fotógrafo Newton Estapé para
venderle una sumadora. Para ganarse al cliente, con su simpatía personal, le
comentó que él también hacía fotos, y Estapé quiso verlas.
“El que me atrajo a mi fue él, pues me convenció de que
me dedicara a la fotografía y al fin no le vendí la sumadora”, comentó Korda
años después.
Más tarde conoció a otro fotógrafo, Luis Pierce
(1912-85), con quien fundó los estudios Korda en la calle 21 No. 15 entre N y
O, en el Vedado. Inspirados en dos importantes cineastas húngaros, Zoltan y
Alexander Korda, toman el apellido como nombre comercial del estudio,
aprovechando también el parecido fonético con la marca fotográfica Kodak.
En el estudio Korda, Alberto y Luis, ya con el nombre
comercial como apellido, se dedicaron durante años a publicidad, retratos y
fotos de moda, donde los encontró la revolución de Fidel Castro el 1 de enero
de 1959.
Esta historia, esclarecida por el investigador Rufino del
Valle, es poco conocida incluso en Cuba, donde a veces por error se le
atribuyen a Alberto fotos de Luis, como es el caso de una muy conocida en la
isla: la entrada de Fidel Castro el 8 de enero de 1959 a La Habana, donde
aparece junto al comandante Camilo Cienfuegos.
Ya para esa fecha se había divorciado de su primera
esposa, con la que tuvo una hija, y poco después se casó con Natalia Menéndez,
una modelo que con el nombre profesional de Norka tuvo mucho que ver en su vida
íntima y profesional.
Retirado Luis del oficio, y fallecido después, Alberto
quedó solo con el nombre de Korda, con el cual entra a trabajar al periódico Revolución,
y acompaña a Fidel Castro en muchos de sus recorridos, tanto fuera de Cuba,
como en sus provincias.
Korda confesaba tres grandes pasiones en la vida: “Amo a
las mujeres hermosas, el mar y la Revolución” y, según sus allegados, con las
tres fue consecuente hasta el final de sus días.
Después de un tercer matrimonio y otro par de hijos,
Korda se divorció nuevamente para no volverse a casar, pero sí a compartir su
vida con jóvenes y hermosas mujeres, algunas de las cuales transitaron por su
pequeño apartamento de Miramar, frente a la desembocadura del río Almendares,
donde vivía con su anciana madre.
El corresponsal visitó el apartamento donde ahora vive
otra persona, pero que aún conserva algunos de los objetos de Korda. Una
habitación de unos siete metros de ancho por tres de fondo, servía de sala,
comedor, bar y cocina. El resto de la casa son dos dormitorios y un baño. No
hay patio ni lavadero.
En esta causa austera, adornada con mucha sencillez, pero
con ojo de artista, Korda recibió, bebió y conversó con muchos de los maestros
de la fotografía mundial, pero también con novatos y aprendices que pasaron un
día a buscar consejo o ayuda.
Ahí tenía sus libros, sus discos de tango, sus fotos y su
vida: la mayoría de sus negativos fueron donados en vida al Consejo de Estado
cubano, que los guarda en sus archivos.
Korda, el fotógrafo
Algunos especialistas sostienen que Korda tenía algunos
conocimientos técnicos de fotografía, pero muy pocos de estética: su gran dote
era una increíble intuición para la belleza y la oportunidad.
“Creo que (la foto) está en la mente del fotógrafo y la
mayor parte de las veces en la ampliadora”, le dijo al periodista Ciro Bianchi
poco tiempo antes de morir. La intuición lo llevó a hacer sus grandes fotos: la
famosa del Che, la del campesino que en 1959 se encaramó en una alta
farola durante una concentración, la de la niña con la muñeca de palo.
“Vi de pronto a aquel campesino que trepaba por la base
de la farola como si fuese un gato: llegó arriba, se instaló, encendió un
cigarrillo y disfrutó del acto como si estuviese en un palco. Me impresionó y
tomé la foto”, contó 42 años después.
Siempre trabajó con luz natural, tanto en las fotos de
desnudos con sus modelos, en publicidad, en los retratos, o en las fotos de
prensa. Durante años usó una vieja cámara Leica, que después sustituyó por
otras Nikon o Canon para los 35mm o una Hasselbland para los 120 mm, con rollos
de 400 asas y varios lentes. “Es muy importante saber escoger el lente que
lleva una foto”, sostuvo.
Entre 1959 y 1969 Korda fue reportero de Revolución
y durante un breve tiempo de Granma. Es la época de sus grandes
fotorreportajes y sus fotos de Fidel, el Che y otros líderes de la
Revolución, unos 12 mil negativos. Pero a diferencia de muchos fotógrafos
oficiales, Korda nunca retrató en Castro al líder, sino al hombre, “y eso era
relativamente fácil de conseguir, pues no había más que seguirlo y
fotografiarlo en sus actos cotidianos”, dijo al respecto.
Quizás la foto de Castro tomada por Korda más conocida en
Cuba, es en la que está en una montaña, de perfil, con su mochila y fusil. Fue
tomada durante un recorrido del comandante por la Sierra Maestra, después del
triunfo de la Revolución.
Durante la crisis de los misiles, en octubre de
1962, la foto fue reproducida en miles de carteles que inundaron la isla con la
consigna de “¡Comandante en jefe, ordene!”. “Nunca me gustó esa foto, Fidel
luce muy rígido, me hubiera gustado que se mostrara más relajado”, sostuvo
Korda.
El estudio Korda fue nacionalizado en 1968. Tras dejar el
periodismo, se dedicó durante 12 años a la fotografía submarina, sin abandonar
la foto de modas (que le permitía vivir) y las de otros modelos femeninos.
La foto más reproducida del
mundo
El 5 de marzo de 1960, Korda asistió como fotógrafo de Revolución
a un acto en la esquina de 23 y 12, en La Habana, donde se rendía tributo a las
136 víctimas de un sabotaje contra el carguero francés La Coubre, que
había transportado armas para Cuba.
En la tribuna estaban los más importantes dirigentes de
la Revolución y algunos invitados extranjeros, como Simone de Beauvoir y Jean
Paul Sartre. Fidel Castro pronunciaba un vehemente discurso y Korda recorría la
tribuna con un lente de 90mm montado en su vieja Leica.
En la segunda fila de la presidencia, el Che
Guevara seguía el acto con el abrigo cerrado, el pelo desordenado y la boina
negra con la estrella dorada de comandante rebelde.
“Cuando de pronto aparece desde atrás la figura
legendaria del Che ante mi cámara. La expresión de sus ojos fue tan
fuerte que me turba unos instantes, me muevo, me tambaleo, pero inmediatamente
oprimo el obturador y tomo dos fotos. Acto seguido la figura desaparece de
nuevo por el fondo. No fue concebida, fue intuida”, relató Korda años después.
Contrariamente a los que algunos han afirmado, el
periódico Revolución sí publicó la foto un tiempo después, y Korda murió
con la duda de si Guevara, aún en Cuba, la vio alguna vez.
Pero el negativo durmió el sueño del archivo por varios
años, hasta que después de la muerte de Guevara en Bolivia en 1967, es
encontrado en la colección personal de Korda por el editor italiano Giangiacomo
Feltrinelli, quien la reproduce en un gran cartel de un metro por 70cm, que se
dispersa por Europa en un millón de ejemplares, en sólo los seis primeros
meses.
“Guerrillero heroico”, título que le dio Korda a la foto,
se convirtió en la imagen más reproducida del planeta, y la crítica la
considera una de las cien mejores piezas de la historia de la fotografía, y
entre los diez mejores retratos.
En el 2000, la marca de vodka Smirnoff utilizó la foto
para su publicidad. Korda la demandó y ganó precisamente el 14 de septiembre,
día de su cumpleaños.
Este año, la foto fue utilizada también en una propaganda
anticastrista distribuida en París por la organización Reporteros sin
Fronteras, en una campaña para desestimular el turismo hacia Cuba. La imagen
del Che fue incorporada a la silueta de un guardia francés
antidisturbios de mayo de 1968, en París.
Diana Díaz, la única de los cinco hijos de Korda que vive
actualmente en Cuba, reclamó ante los tribunales franceses y ganó el pleito.
Korda, el más versátil de los fotógrafos cubanos, murió
en París el 25 de mayo del 2001. Dos años después, su fantasma sonriente y un
tanto escandaloso aún deambula por La Habana, en sandalias sin calcetines, con
un eterno cigarrillo, un trago de ron y el ojo avizor: para las mujeres bellas
y las fotos excepcionales.